El observador urbano

Felipe Gomez
Las vacaciones de verano son sinónimo de descanso de tiempo para realizar otras actividades las cuales se ven impedidas de realizar por las labor escolar, los sitios de esparcimiento se llenan de cientos de familias que ven en esta época el pretexto para convivir, sin embargo esta situación no impacta de la misma manera para los pequeños, muchos de ellos se ven obligados por la situación económica a utilizar este tiempo para realizar trabajo.
No importa el tipo de actividad que se realice ni mucho menos las condiciones en las que estos pequeños son obligados por las circunstancias a cambiar sus vacaciones por la actividad laboral, el fin es ser productivos y apoyar en la economía del hogar.
Según datos del el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI) se estima que en 2002, unos 3.3 millones de niñas y niños entre los 6 y los 14 años trabajaban, estas cifras son alarmantes sobre todo si se toma en cuenta que cada año aumentan.
Lo mas preocupante de esta situación es que precisamente la necesidad es tal que los padres sacrifican la integridad física y mental de los pequeños, cabe señalar que existen actividades diversas en las que los niños pueden apoyar en la economía, ya sea ayudando a sus padres en el hogar, en el negocio o simplemente pequeñas tareas con un menor esfuerzo físico y por consecuencia en un lapso pequeño de tiempo.
No existe ninguna actividad laboral deshonrosa de la cual un individuo se pueda avergonzar, por el contrario muy bien dice aquel dicho: el trabajo dignifica al hombre, pero yo me pregunto que tan delgada es la línea de la necesidad versus la integridad física, esta misma pregunta me la hice al observar que en las principales avenidas de la ciudad un ejercito de pequeñas personitas han tomado aceras y camellones, ya sea limpiando parabrisas o vendiendo chicles los infantes que en ocasiones extremas no superan los 5 años se ven expuestos a cientos de peligros ya sea insolación un accidente vial, un sin fin de situaciones que se pueden dar. Esto sin contar que en ocasiones permanecen mas de 5 horas interrumpidas de actividad.
Esta situación es indignante sin embargo esta cruda realidad es el reflejo de cómo la crisis nos afecta y de cómo la necesidad de sobrevivir se antepone ante la vida que precisamente intentamos sacar a delante, es decir ante nuestros hijos.
De ninguna manera se trata de juzgar la decisión de los padres al mandar a sus hijos a realizar estas actividades, queda claro que se aun sea buena o mala la intención las familias tienen una necesidad que cubrir, la cual se llama sobrevivir.